Aceptar que la pareja, un hijo o un padre es adicto no es sencillo, por lo que muchas personas prefieren mantenerlo como un secreto de familia, aunque los expertos consultados por Efe coinciden en la necesidad de que reclamen ayuda para volver a tomar las riendas.
Todo puede empezar con un cambio de hábitos, de horario, de humor y con frecuencia también va acompañado de desatención de tareas, salidas nocturnas e incluso se percibe que falta de dinero en casa. Así, afirma este psicólogo, convivir con un drogodependiente va modificando la cotidianeidad del hogar y la mayoría de las familias prefieren negar el problema. Y cuando lo aceptan, gran parte opta por mantenerlo en secreto.
[quote position=»left»]Convivir con un drogodependiente va modificando la cotidianeidad del hogar[/quote]
Del Nogal asevera que el universo de las adicciones «está lleno de prejuicios; se ve como una lacra y por eso la familia intenta ocultarlo». También la psicóloga y coordinadora del área asociativa de la Plataforma Madrileña de Entidades para la Asistencia a la Persona Adicta y su Familia (Fermad), Encarnación Pámpanas, insiste en que las drogas todavía son un tabú «porque no está bien visto que una familia tenga una persona drogodependiente y temen ser excluidas», afirma.
Por ello, los especialistas coinciden en que la familia también necesita ayuda para afrontarlo y consideran que mantenerlo en secreto no es la solución, ya que la adicción continuará.
[quote position=»right»]Las adicciones se ven como una lacra y por eso las familias intentan ocultarlo[/quote]
«Los familiares necesitan su propia terapia», asegura Pámpanas a Efe, quien detalla que aquellos que optan por recibir ayuda llegan a la consulta sintiéndose culpables y preguntándose en qué han fallado para que su familiar se haya convertido en un drogodependiente. Todo ello provoca que los familiares releguen su identidad individual al centrarse sólo en la persona adicta, alerta a Efe la psicóloga experta en adicciones, ansiedad y estrés, Margarita López.
«Llegan a la consulta sin identidad, ya que han dejado de lado su vida, su ocio o sus tareas para centrarse en el drogodependiente», añade.
Para estos expertos, esta reacción es un error. López sugiere «apoyar al enfermo, sin dejar de lado la identidad individual de cada uno». Con la terapia, explican los psicólogos, las familias aprenden a desprenderse del sentimiento de culpa, a no sentirse solas, a decir lo que sienten sin el miedo a ser juzgadas y, especialmente, a no pensar que son las peores del mundo, una idea muy común entre ellas.
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